Spüren

Dejar rastros es algo que parece utópico. Todo rastro debe ser reciente: no sólo la huella que alguien dejó sino también la señal de todos los demás que, por la causa que fuera, la han respetado y dejado llegar al presente. De ahí que pensemos que quienes gritaban "¡Eureka!" al descubrir una eran víctimas de un engaño.

La ciudad es de todos y de nadie: ningún individuo tiene derecho a dejar su huella en ella. Sólo pueden hacerlo la macroeconomía y la masa –la de compradores de viviendas, la de automovilistas...- o los fenómenos sociológicos que, por serlo, tienen permitido hacer pintadas.

Las avenidas y cascos históricos se diseñan conforme a una visión fotográfica. Lo que cuenta es su imagen de interior transitable. Todo se concibe de forma que dé lugar a buenos encuadres, de forma que no se eche de menos lo que quede fuera, cortado o desfigurado por la falta de profundidad de campo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta su indagatoria prosa.
La indagación, sí.
Eso es ya es una huella, ese impulso, si no que se lo diga el Universo: "eso no existía antes, eso, no, no existía hasta ahora".
Gracias