Hay quien construye su identidad a base de llevar a la práctica lo que hace diez, veinte, cien años era el objeto de las pesadillas y las obsesiones de la sociedad bienpensante, cuando no el espectro creado para meter miedo a las masas. Las reacciones que cosecha esta persona no son tanto de escándalo moral como por la incapacidad de identificar de qué va, a quién quiere espantar.
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