Personal

La primera vez que alguien me dice que está totalmente de acuerdo conmigo me siento halagado. A la segunda vez, la pregunto si me está tomando el pelo. A la tercera, huyo pensando que es un peligroso imbécil.

Si alguien me espeta por las buenas que le caigo mal, opino que es un imbécil. Si se me acerca otro con quien nunca he conversado a decirme lo mucho que me aprecia, también lo catalogo de imbécil, e incluso en mayor grado que al anterior.

Un individuo que no conocía de nada estaba sentado a la esquina más alejada de nuestra mesa. Tal vez fuera amigo de alguno de los presentes, al menos se sumó a nuestra conversación como si lo fuera. Tal vez nos veía allí sentados bebiendo y discutiendo todos los días y allí, tras observarnos tanto, especialmente cuando el local estaba abarrotado y todos hablaban con todos a gritos, se suponía que se creaba cierta familiaridad. Aunque hubiera sido así durante años no dejaba de ser un contacto tan parcial. Sin embargo no tuvo reparo en dictaminar quiénes le caíamos bien y quiénes no, como si eso fuera una información relevante para nosotros.
Con algunas personas establecemos a primera vista una instantánea relación de mutua antipatía. En mi caso, con la gente que extrapola incluso las formas corteses de presentación, de modo que hacen pensar que me juzgaban desde el momento en que me acercaba a ellos, y siguen juzgando todas y cada una de las palabras que digo y cosas que hago, como si su verdadero significado fuera el de aportar pruebas en mi contra.
Me sacan de quicio las personas que siempre van comentando en alto el precio de todo lo que ven, admirándose de que exista suficiente capital para comprar tantos jerséis, mover tantas grúas, destripar tantas calles… Hay también quien se especializa en comentar, cada vez que vamos a un restaurante, la calidad de cada plato y en especular si su precio se adecua asimismo al local y sus instalaciones. Sólo al criticarles en alto, iracundo, me doy cuenta de lo que se parece a sus hábitos este que he desarrollado yo de examinar cada declaración y comunicado de los gobernantes, exprimiendo y evaluando su contenido de inmoralidad, idiotez y fascismo latente, y tasando si es conveniente que intente retenerlos algunos días en primer plano en la memoria.

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