Ludicez


La desolación de un parque de atracciones fuera de temporada. Un laberinto de calles sucio, repleto de basura cubierta de logotipos, con bolsas de plástico colgando de los cables. Al menos debería ser el escenario ideal para una última farsa. Mas qué tragedia cabe una tragedia cuando el espectador está pendiente de no morir víctima de un arrebato estético-futbolístico del acomodador, un envenenamiento retardado de palomitas, una catástrofe nuclear ignota acaecida antes de la concepción de nuestros padres... Ninguna tragedia puede, en fin, aspirar a ser tomada demasiado en serio.
Y si no se puede hablar de lo serio sólo puede hablarse de lo secundario.

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