
Según cuenta D. Jacinto, para poner fin de una vez a esta problemática indeterminación, se encargó a una asesoría solvente y neutral (i.e. privada) que inventariase las tareas burocráticas del Ayuntamiento a fin de redistribuirlas de forma coherente. La carta sugiere (con excesiva malicia, a nuestro entender) que el propósito de la contratación de tal asesoría era crear de tapadillo un nuevo departamento municipal: sabiendo el equipo de gobierno que era infinita la tarea encomendada, ésta equivalía a la creación ex nihilo de nuevas plazas de trabajo municipal, a fin de repartirlas entre los amigos, y sin resolver en absoluto los problemas iniciales.
Fuera como fuere, no ha tardado en descubrirse que estas personas requirieron los servicios de un segundo grupo de asesores, encomendándoles que se encargaran del trabajo que se esperaba de ellos. (La historia, a partir de aquí, está aún fresca en las memorias de todos: falsa contabilidad, dimisiones, llanto, etc.)
No entraremos a discutir si el objeto de la creación de estos puestos de trabajo era introducir en el aparato municipal personal afín y agradecido, como se sugiere desde la derecha, o si se trata de un paso más en el proceso de liberalización y eliminación de la burocracia civil, como apuntan desde la izquierda. Aunque reconocemos que cualquier interpretación venal resulta, al menos, tranquilizadora. Peor sería suponer que todos obraban con su mejor intención.
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