¡… Si queréis ser ateos!

“Un cura sin sotana es lo más siniestro que pueda haber.”


Todas las supersticiones del mundo son tolerables mientras se toleren entre sí.

Ha de ser posible escoger libremente entre todos los dogmas ofrecidos en igualdad de condiciones, ha de permitirse que cada uno componga con ellos su propia macedonia (así es como la iniciativa privada renueva y fortalece el libre mercado).

Del mismo modo que Batasuna, para jugar al mismo juego que las demás organizaciones, ha de renunciar a su autorización exclusiva para asesinar en nombre de la Sagrada Patria, las Iglesias han aceptarse y permitir que la gente entre y salga libremente de ellas -sin que ello suponga ya el infierno, la excomunión ni la pena de muerte.
Han de reconocer que todas vienen a decir lo mismo, que ofertan salones distintas del mismo complejo residencial, “Praderas Eternas”.

Es falso que las mitologías y religiones fueran desarrolladas obedeciendo una necesidad natural, y más falso aún que esa necesidad ineludible sea la de fundamentar la moral. A fin de cuentas, un experto podría demostrar sin dificultad que la base de todas es idéntica… un mínimo común denominador que ¡oh, sorpresa! coincide con los más rancios clichés cristianos.
Pero se trata de una noción muy cómoda: todas serían intentos de acuñación de definiciones del Bien y del Mal; algo muy humano, inevitable y universal, y dando el aprobado general nos ahorramos corregir los exámenes, y todos contentos.
No hablemos de lo conveniente que resulta convertir en congénita nuestra manía de inventar dioses que, a pesar de sus defectillos, dictan y juzgan desde sus palacios celestiales, esbozos más o menos conseguidos del mismo Dios Padre, ya se encarga cada Sociedad de darle el nombre (Yahvé, Alá, Buda…) y aspecto adecuado a su nivel de desarrollo (gordito, barbudo o invisible), así hasta que alcancen una denominación más científica pero no menos postiza: Naturaleza, Razón, Patria, Progreso, Proletariado, Revolución...

(Todo gran gesto, toda proclama altisonante tiene un sospechoso tono ecuménico, incluso cuando proviene del peor enemigo de la Iglesia. Y aunque él crea que los cielos se sacuden ultrajados por sus palabras, pudiera ser que se remuevan de satisfacción.)

Los paraísos de todas las religiones tienen algo en común: en ellos no hay jerarquías; sobre todo, no existen curas, ni imanes ni sacerdotes…
Se puede discutir sobre la sinceridad y honradez de los sacerdotes y demás funcionarios de las religiones institucionalizadas (sobre todo si aún no han adquirido demasiado poder político), pero no sobre las religiones en sí mismas.
Ya no se las puede considerar herramientas de opresión ni sucedáneo del opio después de que todos manifiesten sus deseos de seguir llevando un Papa en el corazón.
Uno puede liberarse del Vaticano, de quince vaticanos, pero sólo para poder cargar a sus anchas con todo el peso inútil de su propia basílica.
A nadie se le ocurre recordar que ha habido religiones sin dioses y que ha habido dioses sin religión, dioses que nunca han servido para nada.
Pero, en fin, hay que reconocer, parafraseando a alguien que ahora no recuerdo, que ha habido religiones pero ya no las hay.

La muerte de Dios no resulta algo trágico.De hecho, para nosotros apenas es un asunto del que podamos hablar.

La cuestión es qué hacer con el espacio que ha quedado libre. Carecemos de religiones, aquí y en Nepal, pero lo que es Religión, nos sale por las orejas.
Basta una mirada panorámica a la actual oferta para comprobar que no se suele desear el Juicio Final, la resurrección de la carne, la redención de los condenados a las penas del infierno ni la fusión espiritual de todos con todos, talibanes incluidos, en el seno divino.
En realidad no busca nada más que una versión corregida y eternamente aumentada de lo que ya se posee… o se tiene en la punta de los dedos.
Un egoísmo más que loable, aunque lógicamente tranquilizadora para el Poder, atenta a que todas las utopías en circulación sean como éstas.
No menos conservadoras se muestran las fantasías minoritarias o “alternativas”.
Se observa, si se retira el disfraz del falso exotismo, una similar libertad para tomar elementos a la carta –libertad que es liberalismo y está a la orden del día, pero con el Opus y demás como telón de fondo, es fácil parecer el último grito- y componerse una fe a la medida de las rutinas, servidumbres, ambiciones, aficiones de cada uno.
Por lo general, quedarse con todo lo no católico a condición que sea convenientemente ascético: un Cristianismo todoterreno, reconstruido después de espigar sus ruinas y sombrajos en los diversos folklores del mundo.

“ ‘No os hagais vanas ilusiones,’ aulló el sacerdote. ‘Fuera no hay más que otras Iglesias, con su clero, sus papas y sus catecismos.’ ”

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