
¡Cuidado! Conviene recordar observar que ya desde el primer día aseguraron que estaba dedicado a honrar a “todas las víctimas, más allá de su ideología”.
Claro que, viniendo de quien venía, tal declaración no fue tomada nunca demasiado en serio, ni tampoco los franquistas se lo habían propuesto.
En ese momento, no era más que un rutinario intento de maquillar lo que todos sabían: que fueron presos políticos (pues a los diez y hasta veinte años de concluida la guerra civil es indecente hablar de prisioneros de guerra) quienes construyeron, en condiciones inhumanas, el regalo que se hizo Franco.
Estamos a punto, por tanto, de asistir a que por fin se haga realidad una sangrienta mentira.
Pero ¿qué importa eso, si nadie va a creer que los ministros de la democracia crean más en sus tiernas declaraciones que los esbirros del totalitarismo creían –y creen- las suyas?
Cada uno con su cantinela, que por abajo tú y yo nos entendemos.
¿Seguro que hacer algo así no tendría más implicaciones?
Que alguien salga a la calle y mire los “monumentos” que nos ha legado el franquismo, por favor. Millones de turistas que hasta la fecha vieron semejante espanto se habrán vuelto a sus casas creyendo que lo de Franco debía ser como una película de Ozores. Una risa.
Qué curioso que la Iglesia, que siempre se ha mostrado tan susceptible, nunca comentara que los monumentos a los “Mártires de la Cruzada” rayaban la blasfemia. Mañana volveremos sobre este tema.
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