Arrasar el terreno es la manera más corriente de apropiárnoslo y hacerlo habitable. Asolando la parcela alrededor de nuestra casa conjurábamos malas yerbas, alacranes, serpientes y hormigas y en general toda molestia no consentida. Aplanarla con una densa capa de hormigón, dejando tal vez un par de alcorques para unos arbolitos, o tal vez ni eso, que con un par de cactus en macetas el resultado es pasablemente minimalista y no hay que hacerles caso.
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