Lucidez: Se reprocha al pesimista que lo suyo en el fondo no es más que el empeño de tener razón siempre y a toda costa, se le dice que si augura lo peor es porque sabe, igual que todos, que tarde o temprano acabará por cumplirse lo que anunció y que la humanidad hará justo y sabio el epitafio que le gustaría tener escrito, en letras doradas, sobre su lápida: “¡Ya os lo dije!”
Pero no el pesimismo no debe tanto al prurito de querer acertar siempre como al deseo de una mayor tranquilidad del espíritu. ¡Qué terrible sería imaginarse que absolutamente todo lo que se hace es hecho con buenas intenciones! ¡Qué suerte correría en ese caso su pobre lápida!
Hay que pensar de buena fe, hay que conceder el beneficio de la duda: no es imprescindible ser malvado para hacer mal las cosas, ni tampoco para hacer cosas malas: ambas pueden hacerse de todo corazón. Conviene conocer en qué creen nuestros oponentes, o en qué creen que creen. Así podremos descifrar, a través de su Verdad, sus mentiras.
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