Confirmarse, conformarse.-

Más que recordar, aprender es confirmar. No se comprende otra cosa que lo que se está capacitado y dispuesto a comprender.

La tarea de la memoria no es recordar sino precisamente organizar las impresiones, alineándolas para que vayan acercándose disciplinadamente a la escotilla de expulsión de desperdicios.

Nuestra identidad no se forma a partir de lo rescatado, sino de lo desrecordado: lo que resta cuando la memoria descansa.

A salvo del “desrecuerdo”.- La memoria elimina lo que no desea que permanezca en la mente, para evitar el peligro de que aflore en el momento más inconveniente, al hablar a la ligera, como parte de una comparación, evocado fortuitamente por un fragmento de información que se hubiera dicho perfectamente inocuo. Ni siquiera tiene la tarea de hacer pasar la experiencia por el lecho de Procusto, para poder mejor tolerarla y conservarla en su seno, aún reformada según convenga a las circunstancias; tan sólo limpia. No hay memoria, sino desmemoria. Nuestros recuerdos son lo que ha tenido la fortuna de parecer inofensivo al equipo de selección y depuración, y en los mejores casos, lo que pasó inadvertido.

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Las iluminaciones retroactivas.- “Estar ido” no es una expresión huera: corresponde a la sensación de estar, durante un momento, más allá que acá: revivir inesperadamente algo no codificado.

Recordar es sentir de nuevo: la música vuelve, es de nuevo interpretada, el oyente recupera la silla en que entonces estaba sentado.

Nadie se salva de recordar más de lo que ha vivido, ni se salva de experimentar, en sueños o en un segundo plano de su mente, todas las formas de desgracia que unas personas pueden ocasionar a otras. Su fantasía le hace, pues, vivir mucho más de lo que él es capaz de figurarse y, a pesar suyo, ve en todo acontecimiento un eco o un retorno.

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Desconfía de quien sólo sea capaz de hablar de su experiencia en términos visuales, en quien presente como anécdotas verdaderas simples escenas de películas que le gustaría protagonizar.

Los recuerdos de los mentirosos crónicos: los que cuentan al primero que se encuentran la anécdota que les acabas de narrar, y lo hacen con todo el descaro, ignorando que estás delante, presenciándolo… La incapacidad de algunas personas para contar en algo que no sea primera persona, de comprender un libro si no pueden ponerse en el lugar del protagonista, si no identifican un problema sentimental que pueda excitar su fibra sensible.
Y también la gente que sólo puede narrar mediante la convención de que se tarta de sucesos acaecidos a una persona cercana a ellos. Otros lo harán con la convención de que esa persona es conocida, que ha de tener nombre, y ese nombre no es un nombre cualquiera, para que así pueda tener psicología, y eso de refrendo a la veracidad de lo contado.

1 comentario:

Yolanda dijo...

¡vaya sorpresa! ya tengo lectura (de la de tormarse con calma) para estos días.
Doy gracias a que la memoria elimine ciertas cosas de nuestra mente, malas experiencias, o al menos las deje escondidas en lo mas profundo, pues eliminar lo que se dice eliminar..... hay cosas que es imposible, pero bueno el paso del tiempo las dulcifica para que no escuezan tanto.