Homelessness


Basta con perder la capacidad adquisitiva para convertirse en homeless. Uno se convierte en un turista en su propia Ciudad. Se ha visto bruscamente condenado a ver la Ciudad como una exposición permanente de objetos, a la venta pero fuera de su alcance. Su percepción se ve reducida a lo que desea, y sólo deseando puede percibir.
Para el indigente, la Ciudad no evoca recuerdos. Queda fuera del tiempo, inmerso en el falso presente de la mercancía. Por eso él indigente acumula objetos, a los que adjudica un valor arbitrario sin llegar a plantearse qué va a hacer con ellos.
Su actividad se concentra en las calles comerciales. Acampa en los centímetros cuadrados más caros. Y eso que no falta el terreno libre: hoteles inacabados, ruinas de adosados fraudulentos, naves industriales olvidadas...
Sin embargo los desposeídos nunca se aventuran tan lejos de las tiendas. Donde no hay comercios no se genera basura.
Ese dinero que abre al adolescente aprendiz de bohemio la posibilidad de miles de compras, excesos, pasiones, de poner las botas donde le plazca mientras engulle cervezas mirando al sol poniente y según escribe en un diario poemillas y observaciones, que le permite ir a la pensión que le plazca cuando y con quien se le antoje, ese dinero, como decíamos, le proporciona una libertad tan viciada como falsamente viciosa: con los bolsillos vacíos, nuestro aprendiz de Kerouac devendrá otro paria cargado de bolsas, ya lo sería en este momento a los ojos de quien se dignara mirarlo.
En cuanto se gaste su último céntimo, dejará de importar que acarree con los libros y discos más raros y selectos. No bastará su gusto para darle acceso a las tiendas que antes le acogían y ahora son tristes y decepcionantes. ¿Dónde canjear mis compras? ¿No son mercancía al fin y al cabo? ¿Por qué no se devuelve el dinero? El joven sin dinero, sin crédito, se asimila al más indeseable turista gorrón, al que se viene con lo puesto. Sin poder de consumo, ¿qué se cree con derecho a reclamar?
Dolor de cabeza, frío y sudores, horas sin medida. Va creciendo el terror a perder el autobús y no retornar jamás a la vida “normal”, no volver a sentir la seguridad del dinero en la vida.

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