Cuatro visitas al supermercado, dos de ellas al bajar del autobús (una mañana perdida haciendo cola para una prestación por desempleo, mejor dicho, para descubrir que me faltaba un papel en la solicitud). En el autobús, el conductor hacía valer su derecho a la libre malformación personal batallando con su radio privada –la COPE a todo volumen, evidentemente- contra el hilo musical y las conversaciones de los pasajeros. Una señal de mi inadaptación: no sé por qué uno puede ser tan desprendido con el chocolate o las cervezas y ha de comparar rigurosamente la relación calidad-precio-marca a la hora de comprar café. Pero peor aún sucede con el detergente.
Kafkiana
Cuatro visitas al supermercado, dos de ellas al bajar del autobús (una mañana perdida haciendo cola para una prestación por desempleo, mejor dicho, para descubrir que me faltaba un papel en la solicitud). En el autobús, el conductor hacía valer su derecho a la libre malformación personal batallando con su radio privada –la COPE a todo volumen, evidentemente- contra el hilo musical y las conversaciones de los pasajeros. Una señal de mi inadaptación: no sé por qué uno puede ser tan desprendido con el chocolate o las cervezas y ha de comparar rigurosamente la relación calidad-precio-marca a la hora de comprar café. Pero peor aún sucede con el detergente.